En ocasiones, en el mundo rico, pensamos que todas esas esecenas que salen por la tele no nos van a ocurrir a nosotros; que oímos hablar, que leemos, que son números que aperecen en la prensa, pero que están demasiado lejos. Algo así debían pensar los japoneses.
Japón es una nación rica, la tercera economía del mundo. Hace unas semanas toda la prensa mundial, internet, las radios, y como no, las televisones de todo el mundo han alardeado de hacer la mejor cobertura del evento, que apenas ha durado unos días, que ha desempeñado la función que debía y que no hay más de dónde rascar. Un tsunami de 9 grados en la escala Ritcher fue el causante de la macre de 10.000 muertos y casi un millón de personas sin hogar. Los pelos como escarpias cuando tan solo hacemos el amago de pensar en ello. Pero la vieja Europa siempre lleva el asunto al punto que le interesa, todo poderoso don dinero, cayendo en la vieja táctica de aprovechar el mal ajeno para poner nuestras barbas en remojo, es decir, tumbar los atisbos de progresar de la energía más barata y limpia que existe, la nuclear. Y, seguramente por eso tan denostada. Sé que es un tema ciertamente peliagudo, áspero y no menos discrepante, pero a día de hoy su principal pega, los residuos, son prácticamente eliminados y conservados en unas condiciones de seguridad muy elevadas. Siempre y cuando la central y los reactores hayan pasado las revisones oportunas.
Actualmente la energía nuclear tiene una prensa nefasta, es la peor vista y todo ello gracias a que puede ser un enemigo muy importante para el monstruo gigantesco que representa el petroleo, ¿es que a nadie se le ha pasado por la cabeza por qué una energía limpia, barata y accesible como la nuclear no se desarrolla más? ¿Por qué países europeos tienen un porcentaje de sus fuentes de energía entre el 17 y el 26 % dependiente de sus centrales nucleares? ¿Por qué no son el 90%? Muy sencillo, desaparecerían los miles de billones de € que mueve este negocio al año en un país como España, como Francia, como Gran Bretaña o los verdes de Alemania. Los gobiernos occidentales hemos caído en la falacia impuesta por el poder económico en la que teníamos que desarrollar las energías renovables, las limpias, ya que por ahí iría el futuro del planeta, ese planeta que tan solo tiene 4.500 millones de años y ahora nos lo vamos a cargar. Estas energías son silenciosas, no preocupan ni molestan a nadie, son rivales pequeños para el negocio del petroleo; nadie habla del impacto ambiental que provoca la construcción de un pantano; o los molinos de viento, lo carísimos que son, el impacto que generan y la escasa energía que son capaces de producir.
Luego no hemos de pasar por alto el uso de la energía nuclear que hace el Gobierno de Japón, ya que habían sido avisados, en el año 2002, por técnicos rusos conservadores de la central, acerca del mal estado de Fukuyima I, pero habían decidido hacer caso omiso del asunto. Japón es una isla muy pequeña, viven 130 millones de personas, con 53 reactores nucleares activos, agrupados en 17 centrales nucleares, a lo que no hemos de olvidar la considerable actividad sísmica que tiene la zona. Muy peligroso pues, con lo que la isla nipona quizá no sea el mejor lugar del mundo para experimentar con este tipo de energía. Los experimentos con gaseosa, decían en mi pueblo. Aunque no es menos cierto que los gobiernos japoneses no quieren ni oír hablar del asunto de modificar su política energética, muy acertada para el desarrollo económico de la isla. Por cierto, brutal tras la II Guerra Mundial, y no menos desigual, claro.
Por aquellos días los políticos europeos volvieron a someterse vilmente ante el poder económico, aprovechando la coyuntura para aniquilar al enemigo, que en esta ocasión se disfrazaba de energía nuclear, que no da tanto dinero, que es limpia y no se agota. Por lo que ante esta situación los muertos no importan, los desalojados tampoco, esos ya no consumen. Por el momento el trabajo sucio está hecho. Para eso están los políticos.
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