miércoles, 25 de febrero de 2015

A MIS VEINTE Y DOCE

A mis veinte y doce llega el momento de la reflexión, y tras mirar adentro; uno mismo, también lo es de mirar hacia afuera. De echar el ojo por la ventana de un mundo absolutamente loco y que aún sigue intentando recolocar las piezas en el tablero del mundo tras la desaparición de la Unión Soviética, y del cual aun no hemos encontrado un equilibrio apropiado.

El África post descolonización se desgaja y se plaga de Estados fallidos entre unas fronteras que no existen, tribus que suplican armas a occidente para seguir arrastrándose en el fango de las arenas del Sahel, cruzándose los disparos entre hermanos. Mientras, los niños siguen llenando sus estómagos de tierra y cargando sus fusiles, esperando a que llegue el siguiente objetivo y no a que alguien venga a ponerle algo de cordura.

El septiembre pasado, por primera vez en la Historia tras la II Guerra Mundial, un señor que ocupa un puesto llamado "Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados" anunció que teníamos 60 millones de desplazados en el mundo. Un uno por ciento de la población mundial. El mismo organismo determinó y elevó la alerta de emergencia humanitaria al nivel máximo, al tres que podría ser cuatro si lo hubiera, en la República Centroafricana, en Siria, en Sudán del Sur y en Afganistán. Cuatro estados fallidos. Cuatro estados en los que la intervención de las potencias colonizadoras no ha hecho más que hundir en la miseria más absoluta a sus habitantes. Diez millones de desplazados entre los cuatro conflictos. Y estamos ahí, sosteniendo un sistema de instituciones internacionales que lo único capaz de hacer es seguir vendiendo armas, para que éstos continúen matándose hasta que no quede ninguno.

Y luego Europa; siempre la vieja Europa. Incapaz de todo punto de fijar de una vez para siempre sus frontera; descomponiéndose a pedazos y redibujando las fronteras del vetusto continente. Hoy es Ucrania, en el tablero donde Putín ha sabido colocar al viejo Imperio Ruso a las puertas de la Unión Europea, que tras la caída del muro se ha preocupado poco  tirando a nada de su situación geopolítica más allá de las consecuencias del Tratado de Maastricht. Los pseudo líderes europeos, con Ollande como legítimo heredero de Leon Blumm y Angela Merkel como legal representante de la Troika, intentan parar los pies de las pretensiones del nuevo pequeño Zar ruso. Pongo la más grande de las dudas para que lo consigan.

Y en lo que en la vieja Europa nos preocupamos por si Grecia rompe con esa unión económica y monetaria abocada al fracaso, el centro económico mundial de los grandes poderes se traslado hacia Asia, donde China y Rusia quizá echen un all-in a americanos y europeos, que siguen sin saber qué música suena en la fiesta. Se quedaron pensando que la historia había terminado con la caída del muro; pobres, que le hicieron caso a las predicciones un nostradamus llamado Fukuyama.

Y mientras creemos que hemos de forjar una macro alianza frente al Islam, intentamos dar sentido a una de esas grandes locuras que habitan esta pequeña porción. El Estado Islámico está haciendo saltar por los aires a occidente y con una cruentísima virulencia decapitando civiles, cristianos y periodistas. Falsa violencia que hace arrodillar a la NATO, y mirar llena de dudas incluso hacia potencias no aliadas para responder frente al no saben qué; solo que tienen miedo; miedo que se escurre entre los centros del poder de la City y de Wall Street, hacia no se sabe muy bien dónde.

Y ahí está 2015, año que no será fácil llenar los días de cordura ni de miseria humana. Para seguir describiendo una situación geopolítica mundial que sea únicamente capaz de conseguir que los que habitamos vivamos mejor cada día, intentando dejar esto un poquito mejor a cómo lo encontramos el día que llegamos. Para que no sigamos construyendo aberrantes muros que separen y destruyan vidas día a día. Para que seamos capaces de dejar al menos un refugiado menos en nuestras retinas. Pues eso.

lunes, 9 de febrero de 2015

¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN? GENERACIÓN ENCONTRADA.

Nuestra Constitución de 1978 prevé en su art. 20 que la libertad de expresión es algo así como "el reconocimiento y la expresión del derecho a  expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción; y a comunicar y recibir libremente información veraz¨. La Declaración Universal de los derechos humanos establece en su art. 19 que "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión...¨.

Pero quizá este concepto de libertad de expresión, como derecho subjetivo sea demasiado rígido, apto para liberales, para constitucionalistas, o incluso para afiliados al casi extinto PSOE. Prefiero darle al mismo una "vuelta de tuerka" -quiño, guiño-. El derecho a la libertad de expresión aparece ya reconocida en las primeras codificaciones decimonónicas, como La Pepa de 1812, y así poco a poco fue asentándose en el derecho comparado. Pero fue entonces cuando en ese convulso S.XIX, junto con las revoluciones burguesas y el movimiento obrero, sobre todo, hacen que el reconocimiento de estos derechos no sean suficientes. ¿Para qué quiere un humilde obrero de Manchester, de Madrid o de Lyon tener libertad de expresión cuando no puede llevarse un pedazo de pan a la boca? ¿Cuándo va hacer ejercicio de su libertad de expresión si trabaja 16 horas al día durante 7 días a la semana? Para sentirse personas plenamente reconocidas y capaces. Ahora, no sé muy bien para qué. Y ojo, que camino de ello vamos, aunque sea otro tema.

Poco a poco fuimos capaces de reconocer perfectamente qué es la libertad de expresión, y tras las experiencias totalitarias del S.XX, hoy al menos podemos relacionarlo perfectamente con el concepto europeo. Alardeamos de ello, incluso. En ocasiones se nos llena la boca de libertades lanzadas al vacío. Vacío de un paraíso liberal que hunde en la miseria la igualdad y la justicia social y todas aquellas herramientas previstas para conseguirlas.

Pero hablemos claro de una vez, después de todas estas líneas la libertad de expresión que acompaña a las democracias occidentales actuales tiene una calidad bastante baja. Más aún en nuestra querida España, donde los últimos años no hemos dejado de destituir directores de medios de comunicación porque dan noticias contrarias al poder - Pedro Jota-, publican portadas degradantes para la Corona - El Jueves- o son quasi revolucionarios -Javier Crudo-. Los grandes centros de poder compran y venden las noticias a su antojo, y se amparan en las normas del mercado: pagamos, tenemos derecho a ello; son libres para decir no.

 Las últimas semanas claro ejemplo hemos tenido con Grecia. Los medios de comunicación y la Troika contando la película que les interesa y echando a rodar su aparato de comunicación y la gran desgracia que ocurrirá en Grecia: la ruina y el corralito. Y contamos lo que consideremos oportuno porque tenemos libertad de expresión. Sí, efectivamente, yo tengo una gran libertad de expresión para escribir estas líneas desde este ínfimo portal. Pero quién manda manda, y quién sostiene el verdadero Poder, y dice cómo son las noticias en España decide comprarlas; y así lo dijo Botín -hija- la semana pasada. No hay más. Mando yo y compro las siete portadas de los siete medios de comunicación nacionales escritos que hay en este país, El Mundo, La Razón, ABC, El País, 20 Minutos, La Vanguardia y El Periódico. Así, porque yo lo valgo. Porque los siete medios fueron libres de colocar El super producto del Santander en sus portadas; ahora, si no lo hacían, no hay dinero, y ya saben quién paga, y por ende, quién manda: el mismo que sostiene la libertad de expresión. O que la teledirige a su antojo, en busca de la opinión única. Pero libre, eso sí. Hasta la libertad absoluta. Viva uno de los pilares fundamentales de cualquier Estado de derecho. VIVA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.