lunes, 9 de febrero de 2015

¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN? GENERACIÓN ENCONTRADA.

Nuestra Constitución de 1978 prevé en su art. 20 que la libertad de expresión es algo así como "el reconocimiento y la expresión del derecho a  expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción; y a comunicar y recibir libremente información veraz¨. La Declaración Universal de los derechos humanos establece en su art. 19 que "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión...¨.

Pero quizá este concepto de libertad de expresión, como derecho subjetivo sea demasiado rígido, apto para liberales, para constitucionalistas, o incluso para afiliados al casi extinto PSOE. Prefiero darle al mismo una "vuelta de tuerka" -quiño, guiño-. El derecho a la libertad de expresión aparece ya reconocida en las primeras codificaciones decimonónicas, como La Pepa de 1812, y así poco a poco fue asentándose en el derecho comparado. Pero fue entonces cuando en ese convulso S.XIX, junto con las revoluciones burguesas y el movimiento obrero, sobre todo, hacen que el reconocimiento de estos derechos no sean suficientes. ¿Para qué quiere un humilde obrero de Manchester, de Madrid o de Lyon tener libertad de expresión cuando no puede llevarse un pedazo de pan a la boca? ¿Cuándo va hacer ejercicio de su libertad de expresión si trabaja 16 horas al día durante 7 días a la semana? Para sentirse personas plenamente reconocidas y capaces. Ahora, no sé muy bien para qué. Y ojo, que camino de ello vamos, aunque sea otro tema.

Poco a poco fuimos capaces de reconocer perfectamente qué es la libertad de expresión, y tras las experiencias totalitarias del S.XX, hoy al menos podemos relacionarlo perfectamente con el concepto europeo. Alardeamos de ello, incluso. En ocasiones se nos llena la boca de libertades lanzadas al vacío. Vacío de un paraíso liberal que hunde en la miseria la igualdad y la justicia social y todas aquellas herramientas previstas para conseguirlas.

Pero hablemos claro de una vez, después de todas estas líneas la libertad de expresión que acompaña a las democracias occidentales actuales tiene una calidad bastante baja. Más aún en nuestra querida España, donde los últimos años no hemos dejado de destituir directores de medios de comunicación porque dan noticias contrarias al poder - Pedro Jota-, publican portadas degradantes para la Corona - El Jueves- o son quasi revolucionarios -Javier Crudo-. Los grandes centros de poder compran y venden las noticias a su antojo, y se amparan en las normas del mercado: pagamos, tenemos derecho a ello; son libres para decir no.

 Las últimas semanas claro ejemplo hemos tenido con Grecia. Los medios de comunicación y la Troika contando la película que les interesa y echando a rodar su aparato de comunicación y la gran desgracia que ocurrirá en Grecia: la ruina y el corralito. Y contamos lo que consideremos oportuno porque tenemos libertad de expresión. Sí, efectivamente, yo tengo una gran libertad de expresión para escribir estas líneas desde este ínfimo portal. Pero quién manda manda, y quién sostiene el verdadero Poder, y dice cómo son las noticias en España decide comprarlas; y así lo dijo Botín -hija- la semana pasada. No hay más. Mando yo y compro las siete portadas de los siete medios de comunicación nacionales escritos que hay en este país, El Mundo, La Razón, ABC, El País, 20 Minutos, La Vanguardia y El Periódico. Así, porque yo lo valgo. Porque los siete medios fueron libres de colocar El super producto del Santander en sus portadas; ahora, si no lo hacían, no hay dinero, y ya saben quién paga, y por ende, quién manda: el mismo que sostiene la libertad de expresión. O que la teledirige a su antojo, en busca de la opinión única. Pero libre, eso sí. Hasta la libertad absoluta. Viva uno de los pilares fundamentales de cualquier Estado de derecho. VIVA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

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