
Por ello creo firmemente, que hemos de revisar nuestro concepto de libertad. ¿Somos realmente tan libres como propagan a los cuatro vientos nuestro políticos? ¿Tenemos tanta libertad como nos creemos?. Sinceramente pienso que no. Y ahora me intento explicar, que sé que no es fácil. Sin duda alguna vivimos en la parte grata del sistema capitalista. A pesar de la crísis tenemos unas tasas de paro del 10%, menos en España, pero el Estado del bienestar nos proporciona trabajo -más o menos- y con ello cubre nuestras necesidades básicas, educación -que aprovechan para adoctrinarnos-, sanidad, prestaciones sociales, pasando a estar centradas nuestras preocupaciones en aspectos puramente materiales, la casa, el coche, las vaciones de "Benidorm en agosto". Algo a lo que llamaría consume, consume y consume. El hombre ha dejado de ser un animal social por naturaleza, para convertirse en un animal que se junta socialmente para consumir por naturaleza.
Así nuestra libertad ha quedado subordinada al poder económico, que simula ser el garante de nuestra felicidad, a base de proporcionarnos todo lo que creemos necesitar. Vinculamos la felicidad con el incremento exponencial del consumo en determinadas épocas del año, los días del Padre y la Madre, San Valentín, la dichosa Vuelta al cole, laS semanas fantásticas - que duran dos o tres- o la Navidad. Como queremos mucho a la persona que tenemos al lado y deseamos hacerla muy feliz pues le regalamos algo, da igual el qué, solo importa que sea algo bonito y que guste, al menos, para poner buena cara y meterla en seguida en el baúl de los regalos absurdos o en el armario de la ropa. Sí, esos que todos tenemos.
Luego todas esas gotas de quasiperfección van cayendo poco a poco, introduciendo la necesidad de internet en el móvil, el wash up, las cámaras de fotos de 3,4,5,6,7 y hasta el infinito de megapíxeles, los pen-drives de cada vez mayor capacidad porque los archivos , la música o las fotos, que he dicho antes, necesitan otros soportes mayores, ya que en los viejos no entran ni tres. Esas pequeñas gotas son las que nos "obligan"- aunque no son necesarioas las comillas- a renovar nuestros aparatos constantemente. Es la obsolencia planificada que llaman. Cambiar poco para no cambiar nada, pero crearnos la necesidad de cambiar, de renovarnos y por tanto de seguir consumiendo.
Por todo ello pienso que no somos tan libres como nos dicen. Todo. Y absolutamente todos nuestros comportamientos, nuestras actitudes en la vida diaria están condicionados por aquello que vemos y de dónde nos informamos, que hoy día es internet y básicamente la tele. Ante todo esto no puedo decir que yo sí que viva mucho más libre que los que ahora leéis este blog. Yo, como he insistido muchas veces, sólo soy consciente de ello, pero nada más que eso, ya que seguramente que hago otras cosas tan perfectamente viciosas y acordes con el sistema como el resto del común de los mortales. Entonces volvemos al punto de partida. Y todo vuelve a cambiar. Otra vez. Como I- Phone. Para no cambiar nada. Para seguir más dentro del círculo. Así el que esté libre de pecado, ya sabe, que tire la piedra. Si puede, que yo no.