jueves, 30 de octubre de 2014

DE CÓMO LA CASTA SOMOS TODOS.

"Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno en España". ¿Recuerda algo? Pues es el título de un ensayo de Joaquín Costa, que fue presentado en el círculo de la Unión mercantil de Madrid. Un tres de enero de 1903. Hace de aquello casi 112 años y cualquier erudito de la España de hoy podría reafirmar, y suscribir aquellas líneas del maestro del regeneracionismo. Y que casualmente he terminado de leerlo en estos días. Ya en los albores del S. XX existía regeneracionismo, un régimen que se deshacía a pasos agigantados según desaparecían los últimos resquicios de un imperio en el que no se ponía el sol; un sistema de alternancia de partidos - Cánvoas Vs. Sagasta- y una monarquía absoluta-mente- inane y que no podía liderar los cambios necesarios que pedía una sociedad que, como siempre, en nuestra historia, iba por delante de nuestros gobernantes.

La historia se repite y todo vuelve. Todo vuelve porque quizá nunca se haya marchado a ningún lado; y nuestra historia probablemente siempre haya sido la misma, desde la Leyenda negra, que data de los años de Felipe II, hasta hoy día con la operación Púnica y el Sr. Granados y el PPSOE a la cabeza. A la cabeza de un sistema que se descompone por la punta del iceberg. Solo se descabeza, nada más que eso. No puede ocurrir nada más porque si profundizamos terminamos en nosotros mismos; y me explico. La clase política que tenemos no es más que el fiel reflejo de la sociedad en que vivimos, y vivimos en una sociedad profundamente hipócrita, amarillista y desprovista del un sentido de la responsabilidad de lo público, más preocupada por ver y saber qué es lo que hace el de al lado que por uno mismo.

Como dijo una infame ministra de -in-cultura, hace no demasiados años, "lo público no es de nadie" y no es un atrevimiento de una persona que es incapaz de juntar dos frases subordinadas, que también, sino la materialización de hacer constancia pública de algo que en España es vox populi. Derrochamos y nos aprovechamos de aquello que no consideramos nuestro por ser de todos. Así es.

O el caso contrario, si me lo puedo quedar yo, ¿para qué se lo voy a dar a los políticos para que gestionen mi dinero? ¿Por qué voy a pagar yo esos impuestos? ¿Para sigan malgastándolo, para que se lo gasten en putas, cocaína, comidas y coches de lujo? Para eso que se quede en mi bolsillo; no lo declaro y aquí paz y después gloria. Argumento profundamente liberal, cierto, y eso es lo que debió pensar el Sr. Francisco Granados, ex secretario general del PP liberal de Madrid, de Esperanza Aguirre, que ya pidió perdón, como hacían los nobles en el medievo antes de morir: pedían perdón por sus atropellos, daban una limosna a la iglesia y ya se habían ganado el cielo. Amén. Según un estudio de los técnicos de hacienda se calcula que en España tenemos una cuarta parte de nuestro producto interior bruto en economía sumergida, es decir, unos 250.000 millones de euros. Con éstos las arcas públicas dejan de recaudar entre 50.000 y 60.000 millones de euros. Lo que supone tres veces el rescate de Bankia, o seis veces los recortes del Estado en sanidad o educación. Sí. ¿A que es mucho dinero? Pues así todos los años.

Y seguro que todos nosotros tenemos algún defraudador cerca, o nosotros mismos que no hemos pagado el iva de una factura, hemos aumentado nuestra deducción por alquiler, hemos cobrado en b algún servicio (cualificado o no, médico, profesor o transportista), que nos sale mejor así; al que paga le sale mejor y el que recibe también prefiere guardarse el dinero en el bolsillo b de su pantalón. Somos una sociedad de miserables y nuestros políticos, por ende, también lo son. Ellos no dejan de pagar veinte euros de iva, o se guardan el dinero de una consulta en su bolsillo. Ellos se aprovechan de lo que tienen a mano, que son miles de millones de euros de todos los españoles, y total, por quitar de aquí y de allí algún que otro milloncejo no se va a notar. Y seguramente así sea. Además hemos de tener muy presente que el nivel intelectual de éstos, y por tanto sus capacidades de gestión, tampoco es que sean las más altas. El más tonto hace relojes y el sistema de promoción de nuestros políticos hace que los más ruines, los más mediocres, pero eso sí, los más pelotas y más fieles, hasta que el líder -sea cual sea- diga lo contrario ahí estarán.

Y esta es la sociedad que tenemos en 2014, más que nos pese, que no es otra que la que describía Joaquín Costa ya hacia 1903. Han cambiado muchas cosas, las más importante es que a pesar de todo España ha sido capaz de subirse al tren de la historia. Supongo que será a base de pagar impuestos día tras día y de una clase media completamente asfixiada,  pero en lo que le mantengan sus chiringuitos, su fútbol, sus tertulias, ahí seguiremos, en la banalidad absoluta hasta la derrota final.Y que las supuestas medidas de regeneración democrática están muy bien, pero que una buena casa se empieza a construir desde los cimientos, y que somos todos nosotros los que en el día a día hemos de dar el ejemplo que reclamamos para nuestra clase política, que entonces ellos sí que estarán acorralados. Pero hasta que no empecemos por abajo... pues vendrán otros, y parece que van a llevar coleta y pulseras de cuero, salvo que El PPSOE se dé prisa en darse cuenta de que le van a comer el pastel. Vamos, que está en juego el chiringuito, señores.

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