Los domingos por la tarde tienen un poco de todo. Tienen un halo diferente y maravilloso. Me traen a la cabeza desde un cuadro de Seraut, una canción de la Cabra mecánica o unas buenas risas rememorando la noche pasada con una importante resaca. Pero, sin duda, lo más importante, para mi siempre serán recuerdos. No sé, quizá sea una virtud, eso de echar la vista atrás y tener presentes hasta los olores de determinados momentos. Otras cosas no se me quedan en la memoria; me suelo quedar con lo importante, de una u otra etapa; pero siempre recuerdos. En ese aspecto me parezco un poco a Garci, pero no mucho más, salvo en el gusto por algún que otro film.
En mi infancia más temprana recuerdo el volver del pueblo. En esas tardes-noches en que uno llegaba prácticamente exhausto de estar jugando por la calle, se calientaba un poco a la lumbre y directo al coche, que al día siguiente había cole. En el coche, sin duda, fútbol. Seguramente "Tiempo de juego", que por aquél entonces lo dirigía José María García y que mi hermana y mi madre no se estusiasmaban demasiado con la idea, pero los varones de aquél coche luchábamos con ellas y las frecuencias para poder llegar hasta Salamanca escuchando aquél gol de Romario.
El frío siempre ha estado presente en la idea de los domingos por la tarde. Volviendo de algún campamento, de reuniones de scout con un viejo coche empañado o pasando mucho frío en el Estadio Helmántico. Salamanca supongo que también es lo que tiene, un gélido invierno.
Una nueva adquisición de estas últimas temporadas es el bajar de la montaña. Suele hacer mucho frío, poca luz, nieve y unos buenos torreznos del pueblo de al lado esperándonos. Los bares de los pueblos son, no sé; diría el punto de encuentro mas particular que hay en los núcleos rurales. Suelen tener a los parroquianos más singulares jugando a las cartas todos los días del año. Pero en invierno esa singularidad se hace mucho más latente y se junta, en este caso, con el montañero que baja de la cumbre, al lado de una chimenea, jugando a las cartas, probablemente fumando dentro; y los otros que bajamos contando las anécdotas del camino mientras saboreamos ese primer trago de cerveza en la mejor compañía. No hace falta más.
Y volviendo a casa desde el campamento, desde la cima más alta, desde mi Salamanca o desde ese Madrid cercano ahora. El coche siempre caliente y sintonizada la radio, el medio de comunicación más cercano y sin el cual gran parte de mi formación intelectual no sería la misma. -Intelectual por decir algo.- Así que gracias a la radio por esos domingos por la tarde. Que serían domingos por la tarde, claro, pero no serían lo mismo.