Madrid, Madrid, Madrid; entona el estribillo de aquel viejo chotis que todos habremos escuchado en alguna ocasión. Pero Madrid ya no es aquella capital de la que habla la canción, ese Madrid que iba en blanco y negro hasta el Santiago Bernabéu, tomando esos barquillos que habías comprado en el Retiro, o buscando una de esas salas de cine de la Gran Vía, incluso aquella que se desmelenaba en la movida de los ochenta. Ese Madrid que genialmente retrata Garci -y no aburre- en Tío Vivo 1950. Hoy Madrid es la capital de la novena economía del mundo -aunque no lo parezca-, lo que significa mucho dinero.
Desde los ocho años acostumbraba a pasar allí las Nocheviejas. Cuando eres pequeño los recuerdos que te quedan con el paso del tiempo suelen ser imborrables, y para mi francamente gratos. Así, lo primero que ahora me viene a la memoria de Madrid es atravesar el túnel de la A 6 y ver todo un inmenso paraje de luces, coches, naves industriales y centros comerciales por doquier, que idiotizan la mente de cualquier muchacho de provincias, que tiene sus primeros contactos con la cuna del Capitalismo en los primeros años 90.
Hoy España está destrozada por seis millones de parados, pero ves las cifras de Madrid y quizá no sean tan horrendas; por lo que no es sencillo aseverar que este modelo de crecimiento tan brutal no sea el más óptimo. La diferenciación entre señoritos y criados; entre la vieja tasca de barrio y los centros comerciales; los McDonals; los Starbucks o los teatros de siempre; los atascos, la hora punta del metro; o los escasísimos modelos de ocio alternativo, siempre sometidos a un consumo absolutamente desaforado.
Sin embargo los números son los que son, y Madrid ha sido capaz de mantener las tasas de paro más bajas de todo el Estado - no deja de ser un gran centro económico mundial- y con EuroVegas o no, ha seguido creando puestos de trabajo. Qué puestos?, Cómo de remunerados? Qué condiciones laborales? Pues lo que hemos permitido, claro está, negociación colectiva y protección social a términos decimonónicos, salarios de obreros de hace treinta años en el 2013,... Por ello el sistema crea unos puestos de trabajo míseros y ruines, para que sigamos gastando lo poco que ganamos en alimentar el monstruo. Goya lo pintó hace casi 200 años en Saturno devorando a sus hijos.
Este modelo es el que tenemos y del cual sufrimos todas sus consecuencias y que hoy no podemos, no queremos y no nos atrevemos a cambiar. La manzana en forma de una inexistente libertad de pensamiento es muy poderosa, y cualquier alternativa es siempre sofocada por alguno de los alargados brazos del sistema: fuerzas de seguridad, medios de comunicación o partidos políticos. Sus engranajes son casi perfectos.
Pero hoy escribo estas líneas en uno de esos rincones mágicos que tiene esta ciudad, que sí que los tiene -pensando y divagando acerca de mi futuro-, el césped al lado del parque del Retiro, para rendirle homenaje a ese viejo Madrid del que hablaba el chotis, que se niega a ser devorado por su hijo. Y en eso estamos intentando, no morir cerrando hospitales, universidades públicas, colegios o correos. Ese Madrid cuna de revoluciones e infranqueable ante los franceses en mayo de 1808, el del No pasarán de la Guerra o la Residencia de Estudiantes. Por ese Madrid, por el viejo Madrid que no ha de morir nunca, no habremos de olvidar, como decía el Ché, que la única lucha que se pierde es la que se abandona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario