jueves, 7 de marzo de 2013

A MIS VEINTE Y DIEZ.

Era el 13 de febrero de 1983 y aproximadamente las 21:30 horas de la noche, un domingo de carnaval muy frío  y con bastante nieve en las calles de Salamanca. Una pareja de jóvenes salmantinos, Ángel y Elena, acababan de tener a su primogénito. Un poco trasto. 


Nunca me ha importado demasiado el tema de hacer años, la verdad, y cambiar de década tampoco. Eso sí, estoy en un punto, en medio de todo, en que es recomendable echar la vista atrás y ver el camino recorrido, en los scouts lo llamábamos evaluación, incluso podría permitirme el lujo de decir DAFO; sí, quizá esté en un punto DAFO de mi vida. Me gusta, hay veces en que DAFO es necesario.



Una de las mejores cosas que he aprendido del Escultismo es a ver el vaso de mi vida medio lleno (art. 8 "El scout sonríe siempre ante los peligros y dificultades), haciendo todo lo posible para que ahí estén los mejores recuerdos. Hoy estamos acostumbrados a oír que uno se siente muy vinculado con el lugar en que creció. Yo mucho. Soy Salamanca 100%. Mi ciudad es en la que dio clase Fray Luis, cuya Universidad fue dirigida por Don Miguel de Unamuno, que paseaba entre los árboles en que Calisto declaraba su amor por Melibea, mientras Lázaro engañaba a su amo para darse de bruces contra las paredes de su muralla. Al igual que el Licenciado Vidriera supongo que habré quedado hechizado por la apacibilidad de su vivienda. 


Pero una vida son recuerdos, y éstos están en otra parte de mi ciudad; están en mi barrio, con mi gente, en el El Local de Linces, en un banco del Paseo de los Madroños, en La Casa de la juventud de Garrido y en Kandersteg. He crecido en el Barrio Garrido, mi colegio ha sido el San Mateo y el instituto el Francisco Salinas. Y al ver todo ello me vienen a la cabeza las pachangas en la segunda calle, la "Fanfu", la misa de los niños - que Dios me perdone- y los partidos en el colegio El Trebol, o los campos de la Escuela Municipal de Fútbol; La Casa de la Juventud o la cuesta del insti; los botellones. Las tardes sentados alrededor de un banco en el paseo de los madroños, comentando el gol de Midjatovic, el Tour de Pantani, las partidas de pocha en el Lagar, la piscina del Mediodía en verano y en invierno, ese gélido viento que soplaba al doblar la esquina de los cipreses para ir a clase.


Y cuando termina el instituto llega ese momento fatídico en la vida de las personas en que dices y... ahora qué? Bien, pues yo tampoco fui muy original y como otros chicos de esa edad decido estudiar Derecho. Sí, esa carrera que dicen que tiene muchas salidas y que luego no sirve absolutamente para nada. Empecé porque creía que podía cambiar el mundo, la manera de hacer las cosas: el paro, el hambre y cualquier otra pega a los Derechos Humanos que pudiera existir. Aunque más bien me parece que me he quedado por el camino. Qué le vamos a hacer, seré un filántropo frustrado.

Fueron unos años de fiestas, un cierto despiporre e inquietudes asomando por los pasillos de la facultad, me hago árbitro de fútbol y soy scouter de mi grupo. En estas que termino la facultad y uno decide vivir de aquello que ha estudiado y llevo ya dos años trabajando en Talavera de la Reina.

Estoy muy orgulloso de estos treinta años y más agradecido aun a todas las personas que han pasado por mi vida en este tiempo.  Y como he dicho al principio estoy en un punto DAFO de mi vida, y ahora, ¿qué? pues no lo sé muy bien, lo que tengo muy claro es que no quiero dejarme cosas por el camino y creer que se me han ido ciertas oportunidades. Así que a tirar de agenda y pa´lante. Empecemos.

PD: por ciertos motivos achacables a mi persona no he podido publicarlo en la fecha, que hubiera sido mi treinta cumpleaños.


No hay comentarios:

Publicar un comentario