La Revolución Bolivariana de Venezuela, dirigida por el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, ni tan si quiera ha podido salir de su puerto tras las elecciones del pasado mes de octubre. Los peores auspicios se cumplieron y apenas cinco meses después de haber vencido rotundamente en los comicios falleció el pasado cinco de marzo. O quizá no, quizá ya había fallecido antes, incluso en Cuba. Poco se ha sabido de su enfermedad; menos se sabrá de aquí en adelante y nada ha de importar a partir de ahora. La Historia es así de cruel.
Lo más relevante de estos años del Chavismo es la puerta que ha quedado abierta y la senda del camino señalada con miguitas de pan. Para Maduro o quien corresponda. La Revolución de Venezuela ha de proseguir el camino iniciado, en nombre de la Justicia Social y de la igualdad queda mucho por recorrer. Maduro, como bien ha dicho, "no es Chávez, sino hijo de Chávez", y bien, ojo, pero no por ello hemos de creer que estamos por encima de lo divino y de lo humano; de las leyes y de la Constitución; e incluso por encima de la propia Revolución. Eso ya ha ocurrido y la Historia tiene muchos precedentes. Ya decían los romanos que es la maestra de la vida.
No es demasiado difícil de buscar, a pesar de su longitud, en su art. 233.2, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela prevé lo siguiente: "Cuando la falta absoluta del Presidente electo se produzca antes de la toma de posesión de éste -como es el caso de Hugo Chávez, que no pudo tomar posesión el pasado 7 de enero-, se procederá a una nueva elección universal directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes -como ya han sido convocadas para el próximo 14 de abril. Bien hasta ahí.- Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente se encargará de la Presidencia de la República el Presidente de la Asamblea Nacional". Lo que nos lleva a que el Presidente, en este período transitorio, habría de ser el actual Presidente de la Asamblea, Don Diosdado Cabello, parece claro, ¿no? Pues parece ser que no. No es necesario ser un fino jurista para percatarnos del pequeño detalle.
El pasado ocho de marzo, tras el funeral de Estado de Chávez, Nicolás Maduro tomó posesión del cargo de Presidente interino, hasta la toma de posesión del electo el próximo 14 de abril, con el beneplácito del Tribunal Supremo, que legalizó su triquiñuela judicial. ¿Le correspondía verdaderamente? O alguien se ha excedido en sus funciones atribuidas por Chávez en su último acto público? ¿Tanto nos costaba haber hecho las cosas bien otorgando la Presidencia interina a Cabello y presentar como heredero al trono del Chavismo a Maduro, como postuló el Comandante?
Maduro ya ha desempeñado funciones importantes en el último Gobierno Chávez, tras haber dejado su puesto como representante sindical. Buenas relaciones con los grandes de latino américa, Brasilia y Buenos Aires, el manejo del aparato del Estado unido al sentimentalismo tras el fallecimiento del Comandante otorgan a Maduro una victoria casi segura frente al candidato Capriles. La victoria será en nombre de Chávez.
Ante lo que ocurra las dudas me asaltan, y el tiempo, como siempre, dará y quitará razones, pero los caminos de la Revolución son peligrosos, y de ahí al despotismo muy delgada es la línea roja y en reiteradas ocasiones ha sido franqueada. Dicho esto, suerte a Maduro, que será la suerte de la Revolución Bolivariana, y por ende, del pueblo de Venezuela. Veremos.